Después de ocupar distintos locales en la concurrida carrera Junín, El Astor adecuó a su numerosa clientela el lugar de su primera sede, en esta misma calle, donde se conserva hasta nuestros días. Y, en el hasta entonces sector campestre de El Poblado, se instaló una enorme planta, diseñada por don Alfredo Suwald y dirigida por el alemán Juan Braun, especializado en su país en pastelería y bizcochería.

Con ocasión de la ampliación del aeropuerto Olaya Herrera Medellín, se abrió nuevo puesto de venta cerca de la salida de los vuelos nacionales, donde los viajeros consumían sus productos al llegar o salir de la ciudad. Y, al igual que en el Salón de Té, la limpieza, el orden y la estética en la presentación de la mercancía, y la política de “su majestad el cliente” convirtió la marca Astor en un símbolo reconocido en el ámbito nacional. Allí se empezó con dos empleadas y se terminó con diez, veinticinco años después.

En 1968 don Enrique se retiró definitivamente de la Empresa. Y en 1980 murió en Suiza, donde vivió sus últimos días con doña Anny, quien le sobrevivió catorce años.